María acompaña al Cielo a sus devotos

El momento en el que debamos presentarnos ante el Tribunal Divino será terrible. Entenderemos la infinita perfección de Dios y por lo tanto, la gravedad de nuestros pecados. Hay una forma, sin embargo, de que aquel crucial momento nos resulte feliz y agradable. Presentarnos acompañados de la Santísima Virgen es una total garantía de éxito y gozo. María es Abogada Universal, pero en el caso de aquellos que han correspondido a su amor no sólo reza por ellos sino que les acompaña incluso en el mismo tránsito de la muerte.

Santa Brígida, santa aludida frecuentemente por San Alfonso María de Ligorio, por haber sido distinguida con diversas apariciones de la Santísima Virgen, explicó la siguiente historia:

La santa estaba destrozada debido a la muerte de su hijo y más aún por haberlo sido en la guerra sin saber si tuvo acceso a los últimos sacramentos. Pero la propia Virgen le reveló que ella se había encargado de que muriera en gracia de Dios, debido al amor que el joven siempre había sentido por ella. Más aún le reveló a la santa que Ella, la Virgen, le había llevado personalmente al cielo de la mano.

Esto mismo hará con cualquiera de nosotros, si le mostramos cariño y devoción y le devolvemos sólo una pequeña parte del inmenso amor que Ella siente por nosotros. La Virgen prometió también a Santa Matilde: “A todos los que piadosamente me sirven les asisto fidelísimamente, como Madre piadosísima. Les consuelo y amparo”.

Cita San Alfonso diversos casos de santos, siendo quizás el más ilustrativo el de San Juan de Dios. Este importante santo había sido muy devoto de María. Estando para morir esperaba que llegara la Señora, pero viendo que tardaba empezó a afligirse y quizá a quejarse. Pero cuando llegó el momento se le apareció la Virgen y reprendiéndole dulcemente le dijo las siguientes palabras. “Juan, yo no dejo a los míos en esta hora. ¿Creías que te iba a abandonar? ¿No sabes que en la hora de la muerte no desamparo a los que me aman? No he venido antes porque no era el momento. Ahora que ya lo es, vengo para llevarte conmigo al Cielo”.

Nuestra muerte será igualmente feliz si vemos a la Virgen, amorosa y maternal, que viene a acompañarnos en el momento de la muerte, aunque lógicamente nuestros familiares no la vean. Sólo hace falta que nos esforcemos por amarla e imitarla haciendo el bien a los demás y ser sus devotos en esta vida.

San Alfonso María de Ligorio cita una oración específica, de la que voy a hacer un breve resumen. Es adecuada para rezarla con frecuencia, para pedir la asistencia de la Santísima Virgen en el momento de dejar esta vida. No dudemos de que si se lo pedimos con frecuencia Ella vendrá para consolarnos en aquel momento decisivo:

“Oh dulcísima Madre cuando pienso en el último instante de mi vida, cuando reflexiono que con mis pecados tengo merecida la sentencia de condenación, me lleno de espanto. En la sangre del Redentor y en vuestra intercesión poderosa pongo toda mi esperanza. Cuando llegue la hora de la muerte y me veais en aquellas angustias, no me abandonéis, esperanza mía, ayudadme entonces mucho más para que no desespere. Consolad a uno que viene a buscaros. Los remordimientos me atormentan porque veo que todas mis obras han sido malas.

Más os quiero pedir y perdonad mi atrevimiento. Venid Vos en persona a consolarme con vuestra presencia. Este favor, que a tantos habéis hecho, yo también lo reclamo. Si es grande mi audacia mayor es vuestra bondad. En Vos confío. Sea gloria vuestra el haber salvado  a un infeliz merecedor de eterno castigo y haberle abierto las puertas del reino celestial, donde al veros, correré a vuestros pies para veneraros, rendiros gracias, bendeciros y amaros por toda la eternidad. Amén”

Rafael María Molina Sánchez

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