En 1942 se publicó el excelente libro MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN, escrito por el sacerdote Ildefonso Rodríguez Villar, ex Rector del Santuario Nacional de la Gran Promesa de Valladolid. Es un excelente libro de meditación de las virtudes de María aplicadas a nuestra vida cotidiana, del que voy a reseñar, Dios mediante, algunas partes.
Grandeza de lo pequeño
Este es uno de los engaños más funestos de la vida espiritual. Despreciar algunas cosas y no darles importancia porque las creemos pequeñas. Pensamos que no valen para nada ¡Qué bien explota este engaño el demonio!
Todos los santos deben su grandeza a un conjunto de pequeñeces que ellos supieron admirablemente aprovechar. Al contrario todas las grandes caídas han tenido su origen en cosas pequeñas e insignificantes que pasaban inadvertidas. Pero esta comprobado y es de fe que “el que desprecia lo pequeño, poco a poco caerá”.
Será este conjunto de pequeñeces el que labrará nuestra felicidad o nuestra ruina para siempre. La realidad es que no tendremos ocasiones abundantes ni ánimos o fuerzas para acometer empresas grandes, heroicas, hazañas estupendas. Pero no precisamente en los hechos extraordinarios sino en la fidelidad y exactitud de nuestros pequeños deberes diarios está nuestra perfección.
La fidelidad en lo poco será la causa, algún día, de la posesión sobre lo mucho. Cristo en el Evangelio dice “Porque fuiste fiel en lo poco (o sea en lo pequeño, en lo que al parecer no tenía importancia) Yo te constituiré sobre lo mucho”. Por eso debemos estar convencidos de que no se puede llamar pequeño a nada de lo que tenga relación con nuestra alma, con nuestra salvación y santificación.
La vida de María no es más que un conjunto de pequeñeces, acompañadas a veces de cosas grandes y heroicas en sumo grado. Guisar, coser, barrer, fregar, limpiar, estar siempre dispuesta para cuidar a Jesús y a San José. Con ello se hizo tan grande y tan santa. San Juan Berchmans decía que la mayor penitencia es la vida común.
También es esencial comprender que Dios normalmente sólo nos pedirá las cosas pequeñas de cada día. Tenemos que tomar la resolución de complacer a Dios todos los días cumpliendo exactamente esa su santísima voluntad.
Para Dios todo es pequeño. Las acciones más grandes y llamativas de los hombres no valen delante de él más que las pequeñas y vulgares.
Para Dios todo son juegos de niños en su presencia; grandes batallas, imperios que se conquistaron, inventos que se descubrieron, fama y laureles para algunas personas. Todo eso para Él es igual que nada. Lo que vale es el corazón y la intención con la que hacemos nuestros actos, la manera como los ejecutamos y el fin que perseguimos. Aunque sean cosas muy pequeñas que además tienen el mérito de no perderse en vanidad o vanagloria como fácilmente puede ocurrir con los actos de brillo y relumbrón.
Rafael María Molina Sánchez