VOLVER A LA MISA DE SIEMPRE

Mons. Lefebvre dio prueba de gran sabiduría al saber discernir desde el principio las consecuencias y el origen nocivos de la Reforma litúrgica.

En 1974 decía a sus seminaristas: ―Habiendo esta Reforma nacido del liberalismo, del modernismo, está totalmente envenenada; sale de la herejía y desemboca en la herejía, incluso si todos sus actos no son formalmente heréticos (…) Es por ello que nos atenemos firmemente a todo lo que ha sido creído y practicado respecto a la fe, las costumbres, el culto, la enseñanza del catecismo, la formación del sacerdote, la institución de la Iglesia, por la Iglesia de siempre y codificado en los libros aparecidos antes de la influencia modernista del Concilio”.

El árbol se juzga por sus frutos y los frutos del Novus Ordo Missae de Pablo VI, desde su publicación en 1969, son inexistentes, por no decir envenenados: ―La misa católico-protestante, fuente envenenada (…) produce estragos incalculables: abandonos de la Iglesia, abandono de la verdadera Fe, sacrilegios, desgarro de la unidad de la Iglesia, proliferación de toda clase de cultos indignos de la Iglesia (…) Hay una consecuencia en la cual no se piensa bastante: es la destrucción de los Estados católicos, que no encuentran ya en la Santa Misa la fuente de la unidad política basada en la unidad de la fe católica. En lo sucesivo incluso el estado católico debe convertirse en estado ecuménico, pluralista y, dentro de poco, laico y neutro si no ateo (…) La misa ecuménica conduce a la apostasía; no se puede servir a dos señores, no se puede alimentar de la verdad y del error indiferentemente.

Esta reforma litúrgica es absolutamente catastrófica para la Iglesia es la autodemolición de la Iglesia (…) por la destrucción de su corazón ¿Dónde se vio un aumento de la fe y práctica religiosa, de las vocaciones sacerdotales y religiosas después de adoptar la reforma? En todas partes reina la pérdida de la fe y el abandono de la vida cristiana.

Al contrario, en los lugares en que se mantuvo el rito romano tradicional, la fe sigue viva, las vocaciones abundan, la práctica religiosa florece. Los hechos hablan de por sí. La Misa nueva de Pablo VI lleva a la apostasía. La Misa de siempre es fuente de vida cristiana, de vida eterna. Que no nos quepa la menor duda: debemos volver a la misa de siempre: ―El altar es como el tesoro de la Iglesia. El Sacrificio de Jesús es lo más hermoso, lo más grande, lo más sublime, el tesoro inmenso de su Cuerpo y de su Sangre, de su vida, que Él nos legara.

Debemos reencontrarnos en esos altares católicos y reconstruir la cristiandad a partir de ese altar (…) Si queremos entonces reconstruir la cristiandad, debemos abandonar los altares que ya no son altares católicos, que son apenas esas eucaristías, esas comidas al modo protestante. Debemos partir del verdadero altar.
Por la gloria de la Santísima Trinidad, por el amor de Nuestro Señor Jesucristo, por la devoción a la Santísima Virgen María, por el amor de la Iglesia, por el amor del Papa, por el amor de los obispos, de los sacerdotes, de todos los fieles, por la salvación del mundo, por la salvación de las almas, ¡Guardad este testamento de Nuestro Señor Jesucristo! ¡Guardad el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo! ¡Guardad la Misa de siempre! Y veréis volver a florecer la civilización cristiana.

Hermenegildo Matamoros

Hermenegildo Matamoros

Católico

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