La importancia de los dolores de María II

 “Es más provechoso para un alma el meditar un cuarto de hora sobre los sufrimientos de mi Madre que un año de duras penitencias” Dijo el Señor a Santa Gertrudis.

En una publicación anterior comenté la gran importancia de la devoción a los 7 Dolores de María, siempre citando a San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia y guía segura en estas lides marianas.

Debemos entender que el dolor que sufrió María al ver a su hijo padecer terriblemente durante la Pasión fue mucho más allá que el de una madre normal, que ya sería espantoso. Pero es que tratándose de María hemos de tener en cuenta que el amor que sentía hacia su Hijo era de una dimensión casi infinita, debido a su íntimo parentesco con la Divinidad. Por ello su sufrimiento tuvo la misma proporción, cuasi infinita.

Tuvo que soportar, según reveló a Santa Brígida, el oír todo tipo de insultos y burlas de la multitud. Algunos le llamaban ladrón, otros, impostor, o decían que nadie merecía una muerte cruel tanto como Él.

Cuenta San Alfonso que un día se apareció Jesús a Sor Magdalena Orsini, la cual padecía una dura enfermedad. Jesús le animó a unirse con Él en la cruz, soportando aquella enfermedad. Lamentándose, Sor Magdalena le contestó: “Señor, vuestra cruz duró sólo 3 días, pero la mía ya lleva muchos años”. Cristo contestó: “¿Qué dices, ignorante? Yo desde que fui concebido padecí en mi corazón lo que después en la muerte sufrí en la cruz”

Este es un punto que nos pasa con frecuencia inadvertido. Cristo y la Santísima Virgen conocían desde el principio (en el caso de la Virgen desde que se lo anunció San Simeón) el terrible destino que iba a sufrir Jesús a manos de la misma humanidad a la que quería redimir.

Imaginemos por un momento que nosotros supiéramos de antemano que nuestro final iba a ser terriblemente doloroso. Más aún, que supiéramos que un día seríamos torturados y asesinados por alguien a quien amamos especialmente. Aunque todavía faltaran años para ello, la vida se nos convertiría en una condena de amargo sabor. Eso mismo lo soportaron por nosotros Nuestro Señor y la Santísima Virgen María.

La Virgen tuvo que soportar como su Hijo fuese despreciado de todas las maneras:

  • Siendo Hijo de Dios le llamaron blasfemo.
  • Siendo descendiente del Rey David fue despreciado como un villano. “¿No es éste el Hijo de María y del artesano José”? (Mt 13)
  • Era la misma Sabiduría y fue tratado de ignorante. “¿Cómo sabe este las Sagradas Escrituras sin haberlas estudiado”? Jn 7
  • Le llamaron borracho, glotón y hombre de mala vida: “He aquí un hombre voraz, bebedor, amigo de publicanos y de gentes de la mala vida” Lc 7
  • Siendo Dios, le llamaron hechicero y amigo de Belcebú.

Así pues toda la vida de María estuvo llena de dolor, que soportó para que nosotros pudiéramos ser redimidos. Así pues tengamos claro que si cada día o al menos con frecuencia, nos acostumbramos a meditar quince minutos sobre los Dolores que padeció Nuestra Madre por nosotros, estaremos acumulando un auténtico tesoro de gracias en el Cielo, que nos será especialmente útil en el momento de dejar esta vida.

Rafael María Molina Sánchez

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