El rey desnudo

En mi infancia estaban de moda en las matemáticas aquellos juegos de la teoría de conjuntos. Vamos, la lógica de toda la vida, pero con dibujitos y circulitos. Más mono. Pero se ve que hoy ya ni teoría de conjuntos, especialmente cuando uno ocupa cátedras de universidades católicas o eclesiásticas, y no digamos ya si ocupa cátedras catedralicias… Todos estos teólogos y Obispos de hoy en día no son capaces de entender que si 2+2=4, entonces 4-2=2. Se pierden, les resulta un paso demasiado difícil. Te pueden afirmar que 2+2=4 y a continuación decirte tranquilamente que 4-2=1 ó -1, que para el caso…

Veamos un ejemplo: hay un sacerdote en Colombia, suspendido por las bravas por su Obispo por decir que A es lo contrario de No A, pero su Obispo no lo entendía, y le ha suspendido. ¡Pobre hombre! (me refiero al Obispo). Si le hubiesen dicho que matar es pecado, tras cavilar un rato habría aceptado la propuesta. Y si le dicen que quien está en pecado no puede comulgar, hasta también. Pero si le dicen que el adulterio es pecado, las cavilaciones se pueden demorar un par de horas, pero sospecho que lo seguiría aceptando. Pero luego le dices que quien está en pecado no puede comulgar (vamos, la frase de un par de horas antes), y ahora (aunque antes lo hubiese aceptado) te empezaría a llamar cismático, hereje y te acusaría de ir contra el Magisterio de Francisco (no interesa cuál sea el Magisterio de Cristo). Conclusión: ese tal sacerdote debe ser suspendido sin misericordia.

Así se las gastan los sastres de hoy en día, cuya tela es más bien escasa y que han plantado a un rey en la corte que más bien diríase que está desnudo… y ¡cuidado de quien ose decirlo en voz alta! Muchos lo ven (hay que descontar a un buen grupo de ciegos y miopes que no ven dos burros en una torre), y hasta lo piensan en secreto. Pero luego se efectúa un increíble proceso psíquico, por el cual, cuando abren la boca es para alabar el traje. De hecho, el traje de moda es de lo único de lo que hablan estos sastres: no hay “formación permanente”, “reunión de pastoral”, “conferencia de actualidad” y demás, que no sea sobre la Amoris Laetitia, un traje que no cubre nada y que deja al descubierto las vergüenzas del rey, que además de desnudo resulta patético.

Tenemos tres grupos de comentaristas palaciegos:

  • Los primeros alaban el traje sin miramientos, a gusto. ¡Esos colores, esa sisa, esa caída, qué preciosidad! Ya era hora de que en la corte se cambiase el modelo, más acorde a los tiempos, dicen estos críticos de alta costura.

  • Los segundos alaban el traje porque es idéntico a los que siempre se han usado, dicen ellos. Se trata de negar las evidentes diferencias, estableciendo que no pueden ser tales, porque en la sastrería real no caben innovaciones que se salten los patrones seculares… porque el rey que otro traje portase, no sería rey, sino un farsante. Y para no reconocer que el rey está desnudo se imaginan su traje como los de antes.

  • Los terceros afirman que hay claras diferencias entre este traje y los de toda la vida en la corte. Ni cubre lo que tiene que cubrir, ni sigue los patrones reales. Y piden aclaraciones: ¿será el rey quien no quiere ya los trajes reales? Porque el hábito no hace al monje, pero un rey que no quiera su traje, puede ser como el invitado de la parábola del evangelio, que por no llevar la ropa de fiesta al banquete de bodas, fue echado afuera. Y es que a veces, el traje sí dice mucho de quién es el que lo viste y de dónde debe estar o no estar un maniquí tal.

Estos últimos piensan que el rey está desnudo, y por muy embarazoso que resulte, por el bien de toda la corte, o se le hace ver, para que se vista (antes se decía que vestir al desnudo era una obra de misericordia, y ésta sería misericordia “real”, es decir, de la buena), o si no quiere, habrá que buscar a un rey que merezca el reino y lo sirva como debe ser, y no lo use para experimentos peligrosos que terminan por dejar desnudo a todo el pueblo, y eso, en estos tiempos de invierno, es muy peligroso, amén de vergonzoso.

Claro que hay también otros que dicen que el rey que abdicó lo hizo bajo presión y que el rey desnudo simplemente no es el rey, pero ¿quién le pone el cascabel al gato, es decir, al rey? Así que mientras los reyes se ponen de acuerdo y los sastres tratan de los trajes que deben ser, los súbditos asisten atónitos a un despropósito como no se recordaba en la corte, y que está dejando a muchos con el culo al aire, ahora que los trajes raritos se están poniendo tan de moda.

Bonifacio Gómez de Castilla

Bonifacio Gómez de Castilla

Sacerdote español misionero en Centro-Europa y otros países, con humor para reírse de sí mismo y celo por todas las almas.

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