Carta del Papa a la Soberana Orden de Malta

Extractamos los párrafos más importantes de este extraordinario documento

Vuestra historia es una larga y gloriosa epopeya al servicio de Cristo y de todas las grandes cosas que su Vicario en la tierra ha recibido en custodia.

La Orden de San Juan había reunido en una fraternidad religiosa y bajo una disciplina militar, hombres de ocho ‘lenguas’ diversas, vueltos a la defensa de los valores espirituales que constituyen el bien común de la cristiandad: la fe, la justicia, el orden social y la paz.

Durante dos siglos en Palestina, dos siglos en Rodas, dos siglos y medio en Malta, esta milicia generosa, formada de caballeros, es decir, de hombres de alma elevada y arrojada, dispuestos a morir antes que fallar al propio deber y al propio honor, conocieron cada uno de ellos a su vez el anhelo sublime de luchar no por conquista o por vanagloria, sino por los derechos sagrados de Dios, por la protección de los débiles y los oprimidos, en una palabra, por todo lo que había sido el ideal incomparable de la caballería medieval.

Magnífica en sus victorias, indomable, incluso en sus derrotas, aquella milicia podría perder una batalla, pero no el ardor de combatir.

Por esto, podría parecer que su misión había terminado cuando hicieron estragos en Europa y el mundo los torbellinos de la revolución, barriendo las instituciones más nobles y antiguas del idealismo cristiano.

Pero no. La Orden de San Juan parecía desaparecer por un momento, pero para resucitar siempre activa y beneficiosa, reavivando en sí el espíritu primitivo, el de los comerciantes de Amalfi, que habían fundado en Jerusalén en 1048, medio siglo antes de la primera cruzada, su hospicio para peregrinos. Vuestros antepasados no habrían de olvidarse jamás de este oficio del buen samaritano. Incluso cuando desenvainaron la espada de su vaina, recordaban ser verdaderamente religiosos, y como tales, en primer lugar discípulos del Dios del amor y de la caridad.

En nuestros días, esta misión de caridad ha encontrado más que nunca oportunidad de ser ejercitada y tener lugar en formas oportunamente adaptadas a los tiempos actuales.

Vosotros, por lo tanto, queridos hijos e ilustres Caballeros, jerosolimitanos por origen, buenos samaritanos por vocación, hospitalarios por destino, caritativos por tradición colectiva y por devoción personal, vosotros, antiguos fundadores de los “albergues” para los peregrinos y los viajeros en peligro, dad un amplio y piadoso asilo con vuestras oraciones, con vuestras limosnas, con vuestra solicitud, a los millones de seres probados por la miseria, por la desgracia, por el flagelo de la guerra. Como el posadero de la parábola del Evangelio, vosotros podéis estar seguros de que la misericordia de Dios os restituirá, no exactamente sino el céntuplo del dinero que habéis anticipado, es decir, todo lo que habéis ofrecido generosamente de oraciones, sacrificios, riquezas, influencia, esfuerzos, en el alivio de la humanidad dolorida.

Con estos deseos, os imparto de corazón, como prenda de abundantes gracias divinas, para vosotros mismos y para toda vuestra Orden, Nuestra paterna Bendición Apostólica.

Su Santidad Pío XII.

(No sabemos si la Soberana Orden de Malta respondió en su día a Su Santidad Pío XII, pero podría hacerlo ahora, citando la carta de Pío XII en su misiva a Francisco…).

Bonifacio Gómez de Castilla

Sacerdote español misionero en Centro-Europa y otros países, con humor para reírse de sí mismo y celo por todas las almas.

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