Mons. Lefebvre, homenaje en el 26 aniversario de su muerte

Hoy 25 de marzo se cumplen 26 años de la muerte de Mons. Marcel Lefebre.

En homenaje suyo tenenos el gusto compartir el video “Carta Abierta a los Católicos perplejos” ¿eres uno de ellos?

Sacerdote misionero, Arzobispo de Dakar, Delegado Apostólico de la Santa Sede para el África francesa, Superior de la Congregación del Espíritu Santo, miembro de la Comisión Preparatoria del Concilio Vaticano II y finalmente fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Mons. Marcel Lefebvre es una gran figura de la Iglesia.

Permanece en las memorias como el Obispo que se opuso a la Nueva Misa y a las reformas del Vaticano II. Su vida entera nos ayuda a comprender por qué.

Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, nació el 29 de noviembre de 1905 en la ciudad de Tourcoing, al norte de Francia. Marcel fue el tercero de ocho hijos y creció bajo la mirada de sus devotos padres católicos, René y Gabrielle, que tenían una fábrica local de textiles.

Marcel, atraído por el sacerdocio desde su juventud, siguió los consejos de su padre y entró en el Seminario Francés de Roma a la edad de dieciocho años. Seis años más tarde fue ordenado sacerdote y poco después terminó su doctorado en teología y comenzó el trabajo pastoral en la diócesis de Lille (norte de Francia).

El hermano mayor del P. Lefebvre, un misionero de la congregación de los Padres del Espíritu Santo, instó al nuevo sacerdote a unírsele en Gabón (África). El P. Lefebvre accedió finalmente y se unió temporalmente a los Padres del Espíritu Santo en 1932. Fue enviado enseguida a Gabón, primero como profesor del seminario, y pronto fue ascendido a rector. Después de tres años de difícil trabajo de misionero, decidió, no obstante, comprometerse permanentemente con la obra de las misiones: hizo los votos perpetuos con los Padres del Espíritu Santo.

Después de aquellos primeros años, a Marcel Lefebvre se le confiaron responsabilidades cada vez más importantes. Fue llamado de regreso a Francia y nombrado rector de un seminario en Mortain. Más tarde el papa Pío XII lo designó como Vicario Apostólico de Dakar y, por consiguiente, fue consagrado obispo. Al año siguiente, en 1948, el papa honró aún más a Monseñor Lefebvre, nombrándolo Delegado Apostólico para el África Francesa y otorgándole el título de arzobispo.

El papa Juan XXIII, lo mismo que su predecesor, consideró que los conocimientos teológicos de Monseñor Lefebvre y su experiencia en las misiones y en la docencia eran de una calidad única y excepcional. Por consiguiente, lo designó como miembro de la Comisión Preparatoria del Concilio Vaticano II, un cuerpo encargado de establecer la agenda para el inminente y tan esperado concilio ecuménico. Los Padres del Espíritu Santo también estaban muy impresionados con el trabajo del arzobispo y en su Capítulo General de 1962 lo eligieron como Superior General.

Monseñor Lefebvre estaba en la cúspide de su carrera. Sin embargo, el Vaticano II le resultaría una amarga decepción. La mayor parte de los textos que él había ayudado a preparar para el concilio fueron rechazados por completo y fueron sustituidos por versiones nuevas, más liberales y modernas.

Como respuesta, el arzobispo, junto con otros prelados confundidos, formó un grupo conservador y reaccionario, llamado Coetus Internationalis Patrum, que presidió él mismo. Este grupo se opuso principalmente a la introducción de tendencias modernistas en los textos del Concilio.

En última instancia, el Coetus no tuvo ningún éxito en contrarrestar las reformas modernistas y Monseñor Lefebvre salió del Concilio con el corazón roto. Además, los Padres del Espíritu Santo, disconformes con el liderazgo conservador de Monseñor, lo obligaron, en pocas palabras, a renunciar como su Superior General en el Capítulo General de 1968. Marcel Lefebvre ya tenía sesenta y tres años de edad y, después de una vida al servicio a la Iglesia, había pensado retirarse.

Monseñor Marcel Lefebvre, en respuesta a las reiteradas peticiones de jóvenes interesados en una formación sacerdotal tradicional, fundó la Fraternidad Sacerdotal San Pío X el 1o de noviembre de 1970. En aquel entonces tenía 65 años de edad y anteriormente había servido a la Iglesia católica como Delegado Apostólico en el África Francesa, como Arzobispo de Dakar y como Superior General de los Padres del Espíritu Santo, una orden de sacerdotes misioneros. Once jóvenes comenzaron sus estudios bajo la dirección de Monseñor en un seminario nuevo en Ecône, Suiza. El obispo local de Friburgo estaba convencido de que aquel nuevo seminario traería grandes beneficios a la Iglesia católica y pronto concedió su aprobación oficial.

Sin embargo, el propósito de esta nueva congregación sacerdotal fue mal interpretado, inclusive por los dirigentes de la Iglesia en Roma. Muchos pensaron que el antiguo arzobispo se había rebelado en contra del papa porque sólo permitía el antiguo rito latino de la Misa en su seminario. Pero al contrario, Monseñor Lefebvre insistía en que respetaba y honraba al Santo Padre, y que sólo estaba continuando una tradición católica ininterrumpida: amaba el rito Tridentino de la Misa y sabía por experiencia propia lo beneficioso, incluso crucial, que era para formar sacerdotes santos. El rito Tridentino, después de todo, nunca había sido suprimido, a pesar de que ya se permitía un rito vernáculo nuevo.

Otras tendencias modernas a las que se oponía Monseñor eran el ecumenismo –un punto de vista que consideraba todas las religiones como benéficas y válidas– y la colegialidad –que insistía en que la Iglesia fuera dirigida principalmente por el proceso democrático y las conferencias de los obispos, limitando el poder del papa como cabeza única de la Iglesia universal, así como la autonomía de cada obispo en particular dentro de su propia diócesis. La postura firme de Monseñor Lefebvre con respecto a estos temas no agradó a algunas de las autoridades romanas que querían que sólo el nuevo rito de la Misa, en lengua vernácula, prosperara dentro de una Iglesia más liberal y más moderna.

Por consiguiente, dos visitadores apostólicos hicieron una visita e inspección oficial del seminario en Ecône en 1974. Quedaron impresionados por sus altos niveles académicos y la evidente piedad de los seminaristas; su única queja fue que no vieron que se celebrara el nuevo rito de la Misa. Volvieron a Roma con un informe positivo para el papa.

A pesar de esta revisión favorable, Monseñor Lefebvre pronto fue llamado a Roma y fue entrevistado por tres cardenales. Unas semanas más tarde, el nuevo obispo de Friburgo suprimió repentinamente la FSSPX, el 6 mayo de 1975. Atónito, Monseñor Lefebvre hizo una apelación oficial y preguntó las razones que se escondían detrás de este acto drástico. Ni Friburgo ni Roma dieron respuesta alguna. Aún más, en 1976 Monseñor fue suspendido ab ordinum collatione –de ordenar diáconos y sacerdotes– y más tarde a divinis –de todas las funciones sagradas, incluyendo la de celebrar la Misa.

Confundido por aquella supresión abrupta y el silencio inexplicable, Monseñor decidió que debía seguir cumpliendo con sus deberes como rector del seminario en Ecône. Después de todo, estaba convencido de que el derecho canónico estipulaba que tal supresión o suspensión no podía entrar en vigor mientras quedara sin resolver la apelación oficial, y con mayor razón mientras quedara sin respuesta. Aquel verano ordenó sacerdotes de forma normal. También llevó a sus seminaristas en peregrinación a Roma como gesto de buena voluntad.

La FSSPX, a pesar de su aparente supresión, creció rápidamente. Se abrieron nuevos seminarios en Alemania, Estados Unidos, Argentina y Australia. Hermanas y hermanos religiosos, y laicos miembros de la tercera orden se unieron a sus filas cada vez más numerosas. En 1987, la FSSPX había extendido su apostolado a todos los continentes del mundo.

Monseñor Lefebvre, después de repetidas pero finalmente infructuosas negociaciones con Roma, decidió en 1988 consagrar cuatro nuevos obispos al servicio de la FSSPX y de sus fieles. Como respuesta, el papa emitió un documento oficial excomulgando a Monseñor junto con los cuatro nuevos obispos. Fue algo que entristeció profundamente a Monseñor, pero creía firmemente que no podía, en conciencia, haber actuado de otro modo y que estaba obligado a tomar las cautelas necesarias para preservar la FSSPX y su apostolado en todo el mundo.

Monseñor Lefebvre, después de guiar a la FSSPX por más de veinte años, falleció el 25 de marzo de 1991. Fue enterrado en una cripta situada bajo su querido seminario de Ecône, donde actualmente se pueden visitar sus restos mortales.

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