Homenaje a San Juan Bosco (VI)

Éste es el último de los artículos en homenaje a San Juan Bosco y la obra culmen de la orden salesiana en el Tibidabo de Barcelona.

O) La nueva estatua del Sagrado Corazón

El Templo del Tibidabo, forzosamente de poca superficie si no se quería rebajar considerablemente la altitud de su emplazamiento, fue concebido desde un principio como pedestal de una gran estatua del Corazón de Jesús.

La gran estatua plasmará el deseo de proclamar que Cristo es el Amor sobre todo amor para los creyentes, y colocarlo en el lugar supremo del universo, como afirmación de su señorío o realeza universal, «reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, el amor y la paz».

Por todo esto Jesús no aparece coronado o bendiciendo con los brazos caídos; se ha preferido presentarlo con el corazón visible y con los brazos horizontales extendidos recordando su cruz y su voluntad de acoger a todos para formar un solo pueblo.

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Fotografía de la imagen que corona actualmente el Templo y que estuvo por espacio de más de 10 años en la explanada exterior antes de ser puesta en la cúspide.

Un detalle importante: la estatua actual ha tomado sus facciones de la Síndone (o Santa Sábana), rasgos en verdad nobles y amables por encima de los de cualquier otra representación. A lo largo de los 75 años de la construcción del templo, colocar a Cristo en el vértice y hacerlo visible incluso de noche a través de una adecuada iluminación ha sido un objetivo anticipado por los constructores y donantes: la estatua estuvo preparada antes de terminar el pedestal; lo mismo la de 1935 –destruida poco más de un año después– que la colocada en la terraza delantera en 1950, la cual debió esperar allí durante once años su colocación en el lugar definitivo.

La estatua actual tiene 7 metros y medio de altura y pesa 4.800 kilogramos. Fue bendecida en la terraza delantera del templo el 3 de diciembre de 1950 por el doctor Modrego, obispo de Barcelona, y fue subida al punto más alto del templo el 10 de octubre de 1961, al cumplirse los 75 años de la donación de la cumbre a San Juan Bosco. Juan XXIII, al encender por primera vez esta ilumniación (2110-1961) dijo:

«Al iluminar este monumento al Sagrado Corazón y la montaña del Tibidabo, corona de Barcelona, pedestal y trono de Cristo Rey, queremos invocar su benevolencia sobre esta magnífica ciudad y sobre España entera, que paternalmente bendecimos.»

En aquellos días de gozo, algunos recordaron no sólo las limosnas y generosidades que permitieron alcanzar el fin de colocar la estatua del corazón de Cristo sobre toda la ciudad, sino también los sacrificios abnegados, incluso los martirios sufridos por los amantes de aquel Corazón. Algunos recordaron aquellos presos que en lo más arduo de la guerra civil, el 4 de junio de 1937, convirtieron la cárcel Modelo de Barcelona en unas nuevas catacumbas cristianas. El fervor de los presos, en aquella festividad del Corazón de Jesús, les unió para consagrarse con este texto que nos transmite el historiador:

«Sacratísimo Corazón de Jesús: En vuestra fiesta de este 4 de junio de 1937 nos acercamos para consagrarnos a Vos… Por Vos, Señor, aceptamos alegres las incomodidades, las angustias y las humillaciones de nuestra prisión, y os lo ofrecemos con el ansia de hacer de esta cárcel Modelo de Barcelona una cárcel modelo de cristianos enamorados de vuestro Sagrado Corazón. Recibid desde ahora, como ofrenda de amor y adoración, nuestra vida toda, hasta morir, nuestro cuerpo y nuestra alma, nuestros trabajos, nuestras familias, nuestro porvenir, nuestras ilusiones y todo aquello que dependa de nuestra libertad. Y para que esta ofrenda sirva para resarcirnos de todas las injurias y ofensas con que sois agraviado; para reparación de los sagrarios profanados, de los templos incendiados, de vuestros sacerdotes y cristianos asesinados; para la redención de nuestra patria, para la conversión de vuestros y nuestros enemigos, y para la instauración de vuestro reinado social en todo el universo. Os pedimos que convirtáis esta cárcel en un templo de fervorosa expiación: puesto que habrá sido la única casa colectiva de Barcelona, santa en hecho de verdad, durante la revolución, entre cuyas paredes vivimos hermanados los sacerdotes, los religiosos y los seglares, adorándoos constantemente en espíritu y verdad convertida mañana en templo de pública adoración. Y para que seamos eternamente fieles a esta consagración, os suplicamos nos deis vuestra bendición en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Sagrado Corazón de Jesús, salvad a España. Sagrado Corazón de Jesús reinad en España».

Jesús es izado a la cúspide del Templo.
Jesús es izado a la cúspide del Templo. 10 de octubre de 1961, al cumplirse los 75 años de la donación de los terrenos a San Juan Bosco.

P) Adoración perpetua

Cinco años después que el Papa Juan XXIII encendiera desde Roma la iluminación del Templo, con la estatua del Sagrado Corazón colocada en su cima, se inaugura en el Tibidabo la adoración perpetua, el 17 de junio de 1966. La devoción al Corazón de Jesús se centra en el culto a la Eucaristía. Por consiguiente, además de fomentar una participación frecuente y fervorosa en el sacrifico de la Misa, multiplica los momentos de oración a Cristo y con Cristo que prolonga su presencia en nuestros sagrarios acabada la celebración litúrgica.

Manifestaciones concretas de este fervor eucaristíco son las visitas a Jesús Sacramento, las Horas Santas, especialmente en la noche del jueves al viernes en recuerdo de la institución de la Eucaristía y de la oración de Jesús en Getsemaní, las Cuarenta Horas y la adoración perpetua. Apenas los rectores del Tibidabo pudieron sentirse menos agobiados por la construcción con sus numerosos problemas técnicos y económicos, ampliaron sus esfuerzos en orden a promover la vida del templo, ya que éste sin orantes vendría a ser un nido sin pájaros o, usando términos de la liturgia, sería un conjunto de piedras inertes privadas de lo que significan: las piedras vivas, es decir, los cristianos que, cimentados en Cristo y trabados en la caridad, nos edificamos como templo de Dios en el Espíritu.

Es evidente que no basta con mirar la imagen de Cristo entronizada en el Tibidabo, ni siquiera con acudir alguna vez al Templo. Limitarse a esto sería reducir el Tibidabo a una simple ermita, vistosa sí, pero con vida muy escasa.

Su cercanía a la activa metrópoli y la visión esperanzada del Santo que recibió el encargo de ponerla en pie pedían mucho más. Por esto, a pesar de las muchas horas santas que había habido desde 1911, año de la inaguración de la cripta e incluso de algunas noches de adoración, hay que afirmar que la primera noche de adoración con intención de continuidad y el primer paso para la adoración perpetua se celebró el 8 de octubre de 1960. Animados por el entonces Rector del Templo, don Domingo Pérez, un grupo de 17 Antiguos Alumnos Salesianos que tenían su turno mensual de Adoración Nocturna en la Iglesia de María Auxiliadora de Sarriá, decidieron hacerlo en adelante en el Tibidabo. Al cabo de un año, los turnos ya eran tres con 57 adoradores.

Cinco años más tarde, con el impulso del nuevo Rector, padre José María Enseñat, el crecimiento había llegado a tal punto que el 18 de junio de 1966, vigilia del Sagrado Corazón de Jesús, bajo la presidencia del cardenal Benjamín de Arriba y Castro, arzobispo de Tarragona, se inaguraba solemnemente la Adoración Perpetua del Tibidabo, ya que estaban constituidos todos los turnos nocturnos y diurnos que llenaban todos los días del mes… El celo emprendedor del entusiasta padre Enseñat, fallecido en 1974, se sobrepuso a los cálculos humanos que hubieran deseado más espera y más preparación. Ahora, con la perspectiva de los últimos veinte años, se puede decir que, de haberse retrasado este esfuerzo, la empresa hubiera presentado más dificultades. —Éste podría ser el aguinaldo del presente año para mandarlo a todas nuestras Casas… Y él replicó: —Que lo sea para toda la vida… Después consintió en que sirviese también de aguinaldo.

Hacia las ocho de la noche del día veintinueve, monseñor Cagliero le impartió la bendición papal; pero antes quiso que el mismo Monseñor recitara en voz alta el acto de contrición, que él acompañó con la mente. Después le dijo: —Propagad la devoción a María Santísima en la Tierra del Fuego. ¡Si supierais cuántas almas quiere ganar para el cielo María Auxiliadora, por medio de los Salesianos!

CAPÍTULO 5: EPÍLOGO LA MISIÓN DEL TIBIDABO

El Tibidabo tiene una misión de gran actualidad. Hoy más que nunca es necesaria la expiación y reparación por los pecados de este mundo que claman venganza al Cielo. El pecado de nuestra época –como alguien ha dicho– es el de vivir sin Dios. Dios se muere de frío en el mundo. Llama a todas las puertas, y ¿quién la abre? Están ocupados todos los lugares «por nosotros mismos». Y el Tibidabo se debe dar a Dios por medio de la idea expiatoria. Expiar significa purgar las culpas. Este sentido de expiación moral, de «reparación» de algo que no funciona bien, con lo que implica de vitalidad, debe darlo el Templo del Tibidabo.

Imagen nocturna del Templo, cuya iluminación permite ver el lugar desde la propia ciudad de Barcelona y municipios circundantes en la noche. Imagen nocturna del Templo, cuya iluminación permite ver el lugar desde la propia ciudad de Barcelona y municipios circundantes en la noche.
Imagen nocturna del Templo, cuya iluminación permite ver el lugar desde la propia ciudad de Barcelona y municipios circundantes en la noche.

El hombre –sea del credo o ideología que sea– debe sentir a su contacto esa vida cristiana, esa elevación sobrenatural plasmada en el culto vivo y en el ideario del monumento material, profundamente cristiano y renovador de la mole blanca que se pergueña en el fondo de los montes que rodean a la ciudad. Como un símbolo acuciante, eficaz y estimulante de Cristianismo y de espiritualidad.

 

Texto exportado con el permiso expreso de la web oficial del Templo del Tibidabo.

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