A falta de Misa tradicional ¿misa nueva?

¿Ir a la misa Nueva a falta de la Tradicional?

Con motivo de las vacaciones, algunas personas que asisten a la Misa tradicional me han preguntado si me parecía conveniente asistir a la nueva “para cumplir el precepto” cuando estuviesen en lugares donde no se rece la antigua.

Yo tengo posición tomada desde hace décadas. Porque no asisto a la misa nueva desde hace cuatro décadas, salvo ocasionalmente por razones de caridad para con personas que no comprenden mis motivos, y a los que faltaría gravemente a la caridad si dejara de estar en su casamiento, en los funerales de sus familiares, o cosas por el estilo.

Esta asistencia es completamente pasiva respecto de la ceremonia. Me limito a rezar el rosario o cualquier otra oración, o repetir el Kyrie eleison… y a comprobar hasta qué punto se ha llegado en el desbande litúrgico, inclusive en ámbitos más bien conservadores. Conservadores o “retardatarios”, que la palabra marxista describe muy bien la cosa como es.

A veces oigo en estas misas algún canto en latín o similar. Y esto les resulta grato a algunos asistentes de mejor gusto, que podrían oír con igual deleite Pompa y Circunstancia o el Aleluia de Haendel.

Pero sorprende mucho que tan pocas personas se pregunten sobre la cuestión de fondo y se mantengan solo en los epifenómenos, por significativos que sean. La cosa es si la misa nueva es buena, indiferente o mala.

Más allá de las discusiones sobre la validez o la intención del sacerdote o los asistentes, que disgrega la atención, se impone ir al nudo de la cosa. La misa nueva es mala porque induce a la herejía, y vacía las almas de los asistentes(cada uno resiste a su manera más o menos, pero el resultado final es el deteriorode la Fe y la piedad cristianas.

Ya lo decía por los años 70 el p. Louis Sallerón en su obra “La Nueva Misa”: “La Nueva Misa es equívoca. Por ese solo hecho favorece la herejía, puesto que concuerda  tanto con la doctrina protestante como con la católica. Para darse cuenta de ello no se necesita ser teólogo: basta con aproximarse a los textos de la doctrina católica de quienes presentan la Nueva Misa. Las diferencia, casi la oposición, salta a la vista”.

Por eso, a la pregunta: “voy de vacaciones a un lugar donde no hay misa tradicional, ¿cómo hago para cumplir el precepto?” que me hacen con cierta frecuencia, y amparándome en la autoridad de personas sabias pero también en mi propia experiencia de vida, en la que he podido confirmar lo que estos sabios anticiparon, la respuesta es: “no asista a la misa nueva”. Si no hay misa, no hay obligación de cumplir el precepto, porque la Iglesia exime de hacer lo imposible.

Se que decir “si no hay misa” algunos se escandalizarán, pero ahora me limito a decir que la expresión se refiere no a la validez de la ceremonia sino a la que la misma sea conforme al culto de la Iglesia.

Por otro lado, hay que distinguir entre “cumplir el precepto”, que es, justamente, un “precepto” de la Iglesia, y el mandamiento divino que ordena perentoriamente “santificar las fiestas”. El primero es de derecho eclesiástico, tan grave que se castiga con pena de pecado mortal a quien no lo cumple por descuido, indiferencia o desprecio (cosa que muchos, casi todos los católicos hacen con frecuencia yendo a misa cuando “lo sienten”). Pero es un precepto de ley positiva, sujeto a una posibilidad práctica. Tal así, que cuando no ya solo la imposibilidad sino la incomodidad lo dificulta, la Iglesia misma lo exime, o lo traslada.

Por caso: Corpus, la Ascención, la Asunción, el día de Epifanía y otras fiestas de precepto están eximidas allí donde la legislación civil ha quitado el feriado religioso. La Iglesia las solemniza el domingo siguiente. De modo que el precepto es flexible, no así la santificación de la fiesta.

Alguien dirá: pero la santificación de la fiesta se realiza cumpliendo el precepto. Sí, pero no solo con asistir a misa. Cumpliendo el precepto y extendiendo a todo el día ese espíritu de santificación. No basta ir a misa y luego vivir de un modo incompatible con el espíritu del domingo o la fiesta de precepto. Ni tampoco, estar físicamente en la iglesia durante la ceremonia más corta y más tardía del domingo para huir cuanto antes. Esta es una de las características de la “misa nueva” que no se ve en la misa tradicional: los fieles comienzan a escapar antes de la bendición y nadie permanece en el templo después. Hablo de las misas parroquiales y no de los engendros movimientistas.

E deseo de cumplir el precepto es bueno, pero está sujeto a la posibilidad e incluso a que esta no se produzca con grave incomodidad. No dejaría a mi madre anciana sola para “cumplir el precepto” a riesgo de que sufra daño o peligro en su salud. No es obligatorio viajar 500 kms. para ir a misa (aunque a nadie se le niega el derecho ni el mérito). De hecho conozco personas que lo hacen.

De lo que no se nos exime es de “santificar la fiesta”. Esto se puede hacer recitando los textos de la misa como acto de devoción, rezando el rosario, o realizando otras practicas devotas y obras de misericordia. Y a la vez, evitando el trabajo servil que no sea absolutamente indispensable, que cada uno evaluará -con el debido criterio- por las razones prudenciales.

¿Por qué no asistir a la misa nueva?

En los albores de la humanidad, cuando no se había consumado aún el Sacrificio de la Cruz, Dios mandó a los hombres rendirle culto por medio de otros sacrificios que eran figura del que vendría luego a sellar la promesa de la Salvación.  Así, nos testimonia la Biblia, los hermanos Abel y Caín ofrecían sus sacrificios. Abel, pastor, ofrecía sus animales más perfectos en alabanza a Dios. Caín, labrador, no sabemos qué, pero sus sacrificios no eran aceptados. Eran tiempos en que Dios se comunicaba directamente con los hombres, y les mandaba como proceder. Digamos que no se puede alegar ignorancia.

La historia de Caín y Abel es principalmente aleccionadora sobre el culto y la santificación de los días que Dios mandó celebrar en su honor. No se puede creer que Caín desconociera los preceptos divinos en materia de sacrificios. Pero los suyos no eran aceptados, ¿por qué? Los de su hermano Abel sí. ¿Por qué? El rechazo de los sacrificios de Caín no lo movió a preguntarse qué hacía mal, sino que suscitó la envidia y el odio homicida. Sin duda Caín no adoraba como lo mandaba Dios, ofrecía el sacrificio a su capricho humano. (Si alguien sospecha que estoy analogando el sacrificio de Caín con la misa nueva, acertó). (·)

Pero lo más importante, no hay duda, de este pasaje bíblico es la demostración, luego repetida en muchos otros, de que Dios pide, exige ser adorado con ritos que El mismo indicó a los hombres.  Y cuando los hombres no realizan lo pedido, el sacrificio no es agradable.  Hoy no tenemos la voz directa de Dios para reprochar el habernos apartado de sus mandatos, tenemos la voz de los Apóstoles, la de la tradición de la Iglesia y la del Magisterio que son la voz de Dios, además de los frutos que esos ritos producen.

Dios enseñó a los apóstoles, por medio de su Divino Hijo, los ritos sacramentales y sobre todo la renovación del Santo Sacrificio. No ha sido obra humana en lo esencial, sino solo fidelísima y devota conservación de lo aprendido de los Apóstoles, que lo recibieron de Cristo mismo.

La Misa Nueva es obra humana. Los frutos están a la vista. No solo porque la Iglesia ha sufrido y sufre su mayor crisis de la historia a partir del cambio litúrgico, sino porque quienes preservan el rito aceptable a Dios mantienen los de santidad que siempre ha dado la Iglesia: familias numerosas y estables, vocaciones, deseo de cumplir los mandamientos, de conocer la doctrina. Costumbres apegadas lo que ha mandado la Iglesia siempre. Amor a la Iglesia. Fidelidad.

Al calor de la misa tradicional la Fe crece y las costumbres se fortalecen. En cambio, en los ámbitos de misa nueva, la primera se diluye y consecuentemente las segundas se debilitan o abandonan, no solo con mala conciencia, por debilidad humana, sino, lo que es mucho peor, en la perversa convicción de que ese modo de proceder es agradable a Dios que en su misericordia bendecirá lo que El mismo ha prohibido.

Ir a la misa nueva por falta de misa tradicional es como asistir al sacrificio de Caín porque no tenemos a mano el de Abel.

En respuesta a la inquietud de los que me han preguntado resumo lo que me parece debe ser el modo cristiano de proceder, aunque, naturalmente, no siempre las circunstancias lo permitan. Dejo de lado, para no alargar, que las circunstancias también se “producen” cuando el deseo y fervor del rito tradicional es grande, y se está dispuesto a sacrificar cuestiones menores.

1)   Tratar de planear la vacaciones en lugares donde la Misa tradicional esté cerca.

2)   Si no es posible, aún a costa de sacrificios, dedicar los días de precepto a la santificación. Misal, rosario, devoción especial, y apartarse de los ambientes mundanos -al menos durante ese día. Y por cierto, lo que nunca debe ocurrir, menos en domingo o precepto, ir a los lugares donde la indecencia pública ofende a Dios y lacera las almas, en particular de los más jóvenes, pero en definitiva de todos.

Parece casi irónico que la conciencia remuerda por no “cumplir el precepto” a la vez que se pasa rápidamente por ceremonias poco católicas, o anticatólicas, por más que se celebren en parroquias bajo el nombre de misas, y luego se dedique el día a mezclarse con la masa de la pobre gente que ya no sabe ni lo que es la más elemental decencia en el vestir o el conducirse.

Desearía poder transmitir a quienes tienen esta preocupación la experiencia de los frutos que produce la fidelidad a la Santa Misa Tradicional, cuyo primer paso serio y definitivo consiste en romper con la Misa Nueva. La Misa Nueva es el rito de Caín, y sus cultores con frecuencia también terminan contagiados, desarrollan hacia el sacrificio de Abel un odio homicida.

Y si no lo creen averigüen los padecimientos de los sacerdotes y fieles que están decididos, con todo derecho, reconocido por el Papa Benedicto por si hubiese sido necesario, a mantenerse firme en el culto mandado por Dios, establecido por el Apóstol San Pedro, definitivamente formado en su riqueza actual bajo San Gregorio Magno a principios de los años 400 y fijado por San Pío V en la Quo Primum Tempore, en 1570.

 

Visto en Panorama católico internacional

Un comentario en “A falta de Misa tradicional ¿misa nueva?

  1. Una forma de vivir la Misa.
    Solicito que si en algo me he equivocado la Iglesia me corrija explicando los errores de acuerdo con las Sagradas Escrituras y la Tradición Católica y no basándose sólo en argumentos de autoridad sobre la base de quién ocupa actualmente la sede de Pedro.
    Primero debo señalar que de acuerdo con mis creencias y razonamiento el pecado original se relaciona con el deicidio de Jesucristo en el sentido de que los primeros hombres, Adan y Eva, al desobedecer a Dios tratando de ser como dioses consintieron la rebelión contra Dios, la desobediencia, y al querer ser por su voluntad como dioses consintieron el enfrentar a Dios y darle muerte, por ello, todos los pecados del mundo se dirigen y preparan el deicidio de Jesucristo que Jesucristo transformó en sacrificio para salvación de su Iglesia y, por ello, cargó con los pecados de todos, porque los pecados se dirigían contra Jesucristo y después de la muerte y resurrección gloriosa se dirigen contra Cristo presente en la Iglesia y contra Dios.
    Ahora, la religión católica es una religión divina que pertenece a la ciudad de Dios de San Agustín porque según el santo el amor creo dos ciudades el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo creó la ciudad de Dios y el amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios creó la ciudad terrenal o ciudad de Satanás.
    La religión humana pertenece a la ciudad terrenal y esa religión pretende lo que pretendieron los primeros hombres, o sea, ser como dioses pero por ellos mismos o ser más que Dios como el budismo y la cábala que ponen antes de Dios a la Nada o salvarse a sí mismos sin la necesidad de Jesucristo y de su Iglesia.
    Lo que no aceptan las religiones humanas es la condición de creatura del hombre, limitada, falible, contingente y sin derecho a exigirle nada a Dios, que ha recibido todo gratuitamente de Dios y al que debe amor, alabanzas y glorificación eternas y no aceptan un Dios creador diferente en naturaleza a la creatura humana que no es divina por naturaleza, no aceptan la necesidad de Jesucristo, divino y humano, único Nombre por el cual el hombre puede ser salvado, ni los medios que dispuso Jesucristo, a saber, su Iglesia, ni la Tradición de su Iglesia Católica, ni los mandamientos de Dios.
    Cuando un sacerdote hace público en sus Misas que no trata de que hacer en el sacramento de la Eucarístía lo mismo que siempre ha creído hacer la Iglesia Católica en su Tradición Católica por medio de dicho sacramento, entonces, ese sacerdote lleva a cabo un acto de una religión humana y no de religión divina, o sea, no hay Misa, y no está presente Cristo en la Eucaristía.
    Por ejemplo, un sacerdote en sucesivas prédicas en celebraciones anteriores enseña que no existen los pecados objetivos como el adulterio, etc. y que se debe dar la Eucaristía a los que están en adulterio y en situación objetiva de pecado grave o a los que son de otras religiones, lo que sucede, en ese caso, es que no se lleva a cabo el sacrificio incruento de Cristo en la Misa porque el sacerdote trata de hacer un acto de magia, es decir, no acepta lo establecido por Dios y se rebela a Dios en sus mandamientos, en las enseñanzas de Dios por medio de la Iglesia de siempre, en sus sacramentos, o sea, no tiene presente a Dios sino a su propia voluntad o la voluntad de un obispo, del mundo o incluso a la voluntad errónea de un pontífice.
    Repite, entonces, ese sacerdote la desobediencia de los primeros padres, Adán y Eva, repite el querer ser como dioses conocedores del bien y del mal, se trata de cambiar la voluntad de Dios y poner la voluntad de los hombres en su lugar, no se acepta la condición de creatura de la Iglesia Católica sino que se pretende facilitar nuevos caminos para llegar a Dios, facilitar la gracia por caminos que no son los de Dios, se realiza un acto de magia y se cae en un acto o culto de una religión humana que no sirve para nada sino para los demonios.
    Si el sacerdote mantiene silencio sobre ciertos temas como el adulterio y lee la palabra de Dios en los Evangelios y no la niega en el sermón entonces permanece la Misa, permanece la acción divina de Dios pero, en ese caso, si una persona comulga a sabiendas estando en pecado mortal, come y bebe su propia condenación pues la Misa es válida.
    En cuanto a la Misa del Nuevo Orden la forma en que la vivo es la siguiente: no miro al sacerdote, ni a los monaguillos, ni a los que leen las Sagradas Escrituras sino que trato de enfocar mi vista en la imagen de Cristo o la Cruz que está al frente de la Iglesia, y que es el sujeto de culto, contemplo la Eucaristía cuando el sacerdote lleva adelante el sacrificio incruento y contemplo al sacerdote cuando realiza el sacrificio porque lo realiza no en el nombre de Cristo sino en la persona de Cristo.
    Si durante el sermón el sacerdote se equivoca en lo que enseña en teología o moral, o las canciones son desafinadas o cualquier otro hecho me molesta, trato de considerar esa situación como una mortificación y una prueba que Dios pone a mi persona, si después lo comento ya he tenido mi beneficio pero si no lo comento me resultará posiblemente meritorio mi silencio frente a Dios.
    Ponerse en la presencia de Dios como en la Misa del Rito Extraordinario puede hacerse con fijar la vista exclusivamente en una imagen de Cristo o en una Cruz presente al frente de la Iglesia, es cierto que lo mejor sería que todo estuviera ordenado a la contemplación de la acción que se lleva adelante en la Misa y que cuanto menos obtáculos a la contemplación existan y más auxilios la Misa se lleva adelante de una forma más beneficiosa para los fieles, en cuanto al latín si bien es positivo para la Misa debo reconocer que no se puede considerar como lo hace la cábala un idioma sin el cual no pueda ser válida la Misa o el idioma de Dios como el hebreo es en la cábala.
    Alberto Ramón Althaus

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