Confesión sacrílega o billete hacia el Infierno

Camilo Benso, Conde de Cavour fue el político italiano más importante del siglo XIX. Como primer ministro del rey Victor Manuel II, dirigió el proceso de expansión del reino de Piamonte que, a mediados del siglo XIX, dio origen a la moderna nación italiana.

Influido por la masonería, impulsó una política laicista y anticlerical. Se consideraba católico, pero también liberal y progresista y ponía siempre los intereses del Estado por encima de los de la Iglesia. Quedó excomulgado por apoyar la ley Siccardi contra las inmunidades del Clero. Sobre su gobierno cayó una segunda excomunión por apoyar la Ley Ratazzi, que incautaba los bienes de la Iglesia y expulsaba a las ordenes religiosas (ver mi anterior artículo).

Cavour conocía personalmente a San Juan Bosco, incluso privadamente hizo importantes donaciones a su obra. Estaba impresionado por la muerte de su amigo, el ex ministro Pedro de Santa Rosa que, excomulgado, prefirió morir sin sacramentos para no quedar mal ante sus amigos.

Un día, en 1855, llamó a Don Bosco y le pidió confesarse y comulgar. La Iglesia exigía para levantarle la excomunión, una retractación pública y total. Pero Don Bosco le recordó cortésmente que el no podía darle la absolución si él, Cavour, no se retractaba tal y como lo exigía la Iglesia. De lo contrario sería una confesión sacrílega por la que ambos se condenarían.

“Don Bosco, yo quiero confesarme, pero usted comprenda que no puede pedirme algo contrario a mi honor como sería una retractación”

Don Bosco insistió en que no podía darle la absolución sin retractación: “En esas condiciones confio en que vuecencia no me lo pedirá”.

“No, no se lo pediré, pero habrá otros sacerdotes menos instransigentes que usted”, dijo el poderoso primer ministro, algo irritado.

6 años más tarde, el 29 de mayo de 1861, Cavour sufrió un ataque de apoplejía. Tras unos días de cierta mejora, su estado se agravó considerablemente y comprendió que había llegado su hora. Mandó llamar a un sacerdote amigo suyo llamado Fray Santiago. En su lecho de muerte estaban presentes el rey Víctor Manuel II y todos los ministros. Fray Santiago le administra el Viático y la extramaunción en una ceremonia de gran solemnidad. Cavour muere el 6 de junio. Toda la prensa comenta que Cavour ha muerto plenamente reconciliado con la Iglesia.

Pero el 20 de junio su hermano Gustavo publica una carta en la prensa en la que dice que su hermano murió sin retractarse, ya que no se le pidió tal cosa. Poco después se supo que el sacerdote Fray Santiago había sido previamente un revolucionario protegido por Cavour.

La Iglesia suspendió inmediatamente a Fray Santiago por haberse hecho cómplice de un sacrilegio. No obstante Víctor Manuel II, resentido con Don Bosco por las muertes ocurridas en su familia (ver mi anterior artículo) nombró a Fray Santiago caballero y le dió una generosa pensión.

Cavour engañó brevemente al pueblo italiano, pero no pudo engañar a Dios. Y es que una confesión sacrílega puede otorgar un billete sólo de ida hacia el infierno.

La fuente para mis artículos “la maldición de los reyes anticristianos” y “una confesión sacrílega” han sido los artículos de Gerardo Manresa en la revista “cristiandad”.

Rafael María Molina Sánchez

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